CANCION DEL RÍO INDIFERENTE
Cuando las soledades metálicas de las ruedas hicieron
vibrar tu cabeza rasgada por estrellas
-rápido, señorial, antiguo,
inmutable, prisionero por las islas de arena-,
reposaste fluyendo, en la noche, en la muerte.
Cuando la punta yerta de la flecha se hundió en tierra,
y el cuerpo sigiloso del conquistador, vencido, cayó en tierra
haciéndose igualmente hueso: tú entrabas en el mar,
te detenías huyendo, en la noche, en la muerte.
Cuando todo sea olvidado (porque todo será olvidado);
cuando no recordemos quiénes fuimos bajo ese árbol que ha de ser
una mesa,
y cuando la mesa se transforme en el fuego,
y cuando todo se restituya en ti -¡oh madre tierra!-, en tu terrón
amargo:
tú fluirás cantando, seguramente cantando
en la noche, en la muerte.
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