En el interior de la vida hay una danza
Que vuelve a crear lo que ya existe
Girando en ocultas dimensiones
Interminable, vertiginosa, despeinada.
En el oxido de las noches extranjeras
Donde se oye el incendio de las sombras
Sentimos sus movimientos migratorios
Empujados por un viento de plomo
En nuestras venas.
Danza que sube como la ley del fuego
Da vueltas en los abismos del ser
En profunda tormenta se divide
Se afirma, se aumenta, reproduce
El gran cansancio del grito
Semejante al ruido de un eclipse.
No sabemos en que fondo
Dentro de brazos y de piernas
Funda la soledad estremecida
Por colonias de pequeñas bocas
Que se comunican y cantan.
No sabemos hasta donde cultiva
Sus raíces de tintórea hierba
Que pinta de rojo la sangre amanecida.
Aún no se encuentra ninguna evidencia
De su existencia verdadera
OH, Danza confinada al reino de los mitos
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